Empieza como crítica mordaz al mundo del arte moderno y acaba entregándose al terror metafísico (y metafórico), siempre con un buen tono de humor negro, pero en ningún momento Dan Gilroy es capaz de engarzar bien su discurso, del que se desprenden chispazos de cierto genio que se intuye podrían haber dado mucho más de sí. En cambio, la sensación final es la de una dispersión generalizada, una especie de "quiero y no puedo". Lástima, porque tenía todos los elementos reunidos y esperamos más del autor de la magnífica "Nightcrawler" (2014) y de la interesante "Roman J. Israel, Esq." (2017). Cinelandia. |