Wonder Wheel (Wonder Wheel)
Dirección: Woody Allen. Guión: Woody Allen. Intérpretes: Kate Winslet, Justin Timberlake, Juno Temple, Jim Belushi, Max Casella, Michael Zegarski, Tony Sirico, Jack Gore, Steve Schirripa. Duración: 101 m. Año: 2017. Producción: EE.UU.


Woody Allen regresa al drama sobrio y de inspiración nórdica, en la línea de "Interiores" (1978) o "September" (1987), en este caso sobre una mujer atrapada en un matrimonio infeliz y en una vida de cartón-piedra (como el lugar donde vive, la feria de Coney Island), que trata de recuperar la ilusión de una vida perdida al iniciar una relación con un joven vigilante de la playa. Por medio se cruzará la presencia de su hijastra, a la que deben esconder de la mafia y que pronto será objeto de deseo del propio amante de la protagonista. Lo mejor resulta ser la perfecta fotografía de Vittorio Storaro, que logra resaltar la bonita vacuidad de las vidas de los personajes, así como las impresionantes actuaciones de una trágica y superviviente Kate Winslet y de un cerril Jim Belushi. Lo peor, en cambio, es el tono tan plano del relato y del mismo drama, quizá excesivamente teatral en su puesta en escena. Confirmo que nunca me ha dicho demasiado este Woody Allen dramático.
Cinelandia.
Como la noria del cartel (y del título) el filme (y sobre todo sus personajes) gira y gira sobre sí mismo para llegar al punto de partida, y este es su pecado y su virtud al mismo tiempo. Pecado porque la excesiva pomposidad del guión camufla una historia más sencilla de lo que promete, que no avanza lastrada por la teatralidad de la puesta en escena y es resuelta de forma previsible, y virtud porque el mensaje sobre la infelicidad, el anhelo de los sueños incumplidos, la añoranza y la (des)esperanza (nada que no hayamos visto ya en la filmografía del genio neoyorquino, sobre todo en sus últimos trabajos) es sabio y no debe caer en saco roto. A mí no me disgusta este Woody Allen nostálgico, elegante y resignado (su edad creo que ya no le permite otra cosa), aunque es lícito echar de menos su archiconocida comicidad (aquí solo presente con el papel del hijo pirómano, en un signo de su carácter rebelde y transgresor). Mención especial para el trabajo intachable de Kate Winslet como la neurótica protagonista y para la impecable fotografía de Vittorio Storaro, dentro de un conjunto que no acaba de emocionar pero con el que no puedo evitar ser condescendiente...

Álex.