Starbuck (Starbuck)
Director: Ken Scott. Guión: Ken Scott y Martin Petit. Intérpretes: Patrick Huard, Julie LeBreton, Antoine Bertrand, Dominic Philie, Marc Bélanger, Igor Ovadis, Patrick Martin, David Michael, David Giguère, Sarah-Jeanne Labrosse. Duración: 103 m. Año: 2011. Producción: Canadá.


Interesante y a ratos divertido filme que parte de un planteamiento ciertamente surrealista: un hombre que en su juventud donó esperma a mansalva se encuentra con que ha engendrado 533 hijos, 142 de los cuales han interpuesto una demanda para conocerle. Lo chocante de la situación se incrementa aún más cuando conocemos la vida actual de esa persona, un tipo de 42 años cuya vida es un auténtico desastre: trabaja en el negocio familiar sin dar palo, es objeto de cíclicas amenazas por parte de unos matones a los que debe 80.000 dólares, deja embarazada a una amante a la que descuida... Vamos, un cuadro. Pero, precisamente, este retrato de perdedor sobrepasado por las circunstancias (por cierto, excelente y rica en matices interpretación de Patrick Huard) es lo mejor de la película, que cala con fuerza en una primera parte en la que consigue un gran equilibrio entre lo patético y lo entrañable. Sin embargo, el humor aparece más soterrado que lo que quizá la cinta hubiera necesitado, aunque el papel del abogado también tiene sus aportaciones. Pero lo peor es que el filme evoluciona progresivamente hacia situaciones más melosas o buenistas... Buenrollistas se podría decir, cosa que tampoco es que esté mal, ¿no?
Cinelandia.
Partiendo de un argumento tan disparatado como es que 142 personas que han sido fecundadas por inseminación artificial de un mismo donante de semen interpongan una demanda para conocer su identidad, lo lógico es que se hubiera apostado por una comedia del mismo corte, delirante y surrealista, para aprovechar las múltiples oportunidades que se presentaban. Como el director cede a la tentación de caer en el melodrama con situaciones forzadamente sensibleras y enarbola la bandera del buenrollismo y de lo socialmente correcto en términos más bien conservadores, habrá que reconocer que la decisión es cuanto menos discutible. Pero como nada es especialmente irritante, la amabilidad no puede molestar a nadie que tenga buenos sentimientos y no faltan los momentos que te arrancan una sonrisa de los labios no tengo fuerzas (una vez más...) para mostrarme severo en el juicio...

Álex.