Silencio (Silence)
Dirección: Martin Scorsese. Guión: Jay Cocks y Martin Scorsese, sobre la novela de Shûsaku Endô. Intérpretes: Andrew Garfield, Adam Driver, Liam Neeson, Ciarán Hinds, Issei Ogata, Tadanobu Asano, Shin'ya Tsukamoto, Yôsuke Kubozuka, Yoshi Oida. Duración: 161 m. Año: 2016. Producción: EE.UU., México y Taiwán.


La odisea de los jesuitas católicos en el Japón del siglo XVII, donde no eran precisamente bien recibidos, da pie a Scorsese para abordar un tema que a buen seguro le preocupa personalmente, como es el de la religión, sobre todo en lo que supone de sacrificio y duda constante para los creyentes (este tema también fue objeto de su atención en "La última tentación de Cristo" -1988- y en "Kundun" -1997-, con las que "Silencio" forma una heterogénea trilogía trascendente). El punto de partida de la película no deja de ser interesante: el padre Ferreira, un referente para los jesuitas portugueses, deja sus funciones sacerdotales en la tierra del Sol Naciente y desaparece; hay rumores que indican que ha apostatado. Para descubrir lo que ha pasado, un par de jóvenes curas va tras sus pasos, adentrándose en tierras peligrosas en las que todo cristiano puede acabar torturado o muerto debido a la persecución religiosa a la que les somete la inquisición nipona (sí, también allí había, y tan cruel como la española). Precisamente, la confrontación de creencias -dentro del choque cultural- es el tema más interesante de un filme que poco a poco va perdiendo fuerza, se va dispersando argumentalmente, incluso haciéndose reiterativo, dentro de un metraje que acaba resultando excesivo.
Cinelandia.
Partiendo de la base de que, como la mayoría, yo también prefiero ese otro cine de Martin Scorsese más musculado y vigoroso cuando disecciona el mundo de la mafia o se mete en la cabeza de personajes al límite cerca del desquiciamiento, puedo valorar y respetar su gusto personal por la temática metafísica y religiosa de confrontación entre la fe y la razón, de la duda y del recogimiento interior. El problema es que en una duración ya de por sí excesiva se reitera mucho en el mismo planteamiento y la historia de los dos padres jesuitas que viajan al Japón del siglo XVII para averiguar si su mentor ha renegado de la fe cristiana ante la persecución tan brutal que allí sufren los seguidores de Jesús acaba dilatada en grado sumo. Eso la convierte en un producto no apto para todo tipo de público, aunque formalmente es una película irreprochable y maneja ideas muy interesantes, con un final que se eleva por encima del resto, como el silencio del título...

Álex.