El reino
Dirección: Rodrigo Sorogoyen. Guión: Isabel Peña y Rodrigo Sorogoyen. Intérpretes: Antonio de la Torre, Josep Maria Pou, Nacho Fresneda, Ana Wagener, Mónica López, Bárbara Lennie, Luis Zahera, Francisco Reyes, María de Nati, Paco Revilla, Sonia Almarcha, David Lorente, Andrés Lima, Laia Manzanares. Duración: 122 m. Año: 2018. Producción: España.


Rodrigo Sorogoyen se doctora definitivamente con este thriller potente, indignado y audaz, que se sumerge en las entrañas mismas de la corrupción que corroe a los partidos políticos en España, con un planteamiento que apela, no a complejas teorías conspiratorias e insuficiencias sistémicas, sino a la sencillez y naturalidad con las que algunos se dejan llevar por la rueda de los dedazos y el despilfarro de dinero público. La película asume la realidad que vemos todos los días en los telediarios y la lleva al altar de las salas de cine, dándole forma artística, para potenciar así el mensaje de denuncia de una podredumbre intolerable. Ya desde el principio, el relato nos zambulle en las reuniones de amigotes de partido que se lo reparten todo, hasta que las primeras acusaciones empiezan a desencadenar las luchas intestinas en un sálvese quien pueda propio de las ratas cuando se hunde el barco. Pero el barco (el partido político) parece continuar con grumetes y capitanes distintos. Antonio de la Torre borda su papel de corrupto que lucha por no ser el único en pagar el pato, que alcanza su cénit con una escena tensísima en la que hará todo lo posible por recuperar la información necesaria para acusar a sus compañeros de partido. Quizá la conclusión del filme sea más reprochable, o al menos más gruesa, con una improbable entrevista en directo por televisión que desentona con el realismo hasta entonces presente, aunque sirve más bien como mensaje moral.
Cinelandia.
Sería necio por mi parte el no reconocer el talento de Rodrigo Sorogoyen para articular en formato de thriller la denuncia de la corrupción política que asola a este país, con un ritmo frenético, un montaje vertiginoso y un pulso envidiable para que todo encaje perfectamente. También se habla de que era una película necesaria, quizá de forma acertada, pero yo personalmente no necesito que me cuenten la actualidad del telediario cuando el mensaje es tan evidente (dicho lo cual, el mayor error del filme es ese final tan pedagógico y desconfiado de la inteligencia del espectador), me parece un recurso facilón el asimilar los partidos políticos a organizaciones mafiosas (y concretamente de brocha gorda el escenificar lo de "que parezca un accidente", de coche para más señas) y tampoco me cuadra la escena en la casa de Andorra, sin sentido y alargada hasta el extremo por mucho que quiera recalcar la angustia vital del "arrepentido" (impecable Antonio de la Torre).

Álex.