Perfectos desconocidos
Dirección: Álex de la Iglesia. Guión: Álex de la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría, sobre la película escrita por Filippo Bologna, Paolo Costella, Paolo Genovese, Paola Mammini y Rolando Ravello. Intérpretes: Belén Rueda, Eduard Fernández, Ernesto Alterio, Juana Acosta, Eduardo Noriega, Dafne Fernández, Pepón Nieto, Beatriz Olivares. Duración: 97 m. Año: 2017. Producción: España.


Parece que adaptar una obra ajena, en concreto una película italiana reciente, "Perfetti sconosciuti" (Paolo Genovese, 2016) -no estrenada en España-, le ha servido al director Álex de la Iglesia para "desintoxicarse" un poco de su propio estilo y recuperar el buen pulso cinematográfico que había perdido un tanto con su muy reciente "El bar" (2017). En "Perfectos desconocidos" se parte de un planteamiento muy atractivo, como es la reunión de amigos en la que deciden revelar su intimidad mostrando sus móviles a los demás como prueba de que entre ellos no hay secretos. Y, claro, los hay. Y muchos, demasiados quizá, aunque todo está contado de forma tan vibrante que uno no se para a pensar en detalles y asiste a una estupenda lección de dirección y a una notable alquimia en la actuación de prácticamente el reparto al completo. Todo para llegar a una muy interesante resolución a modo de doble final.
Cinelandia.
Un director tan peculiar y con universo propio como Álex de la Iglesia también es capaz de sacar adelante con acierto un encargo de naturaleza teatral como es este remake del filme de Paolo Genovese “Perfetti sconosciuti” (2016), aunque no puede evitar darle su toque personal con ese elemento fantástico que sobrevuela durante todo el metraje y se hace evidente al final del mismo. Divertida, con ritmo y buena dirección de actores (algo más irregular resultan las interpretaciones, sobresaliendo un imponente Eduard Fernández), la cena de un grupo de amigos se transforma en una ácida y satírica disección de las relaciones de pareja, de sexos (iguales y opuestos), de cómo se han visto influidas por la dependencia que hemos desarrollado de los teléfonos móviles y la consecuente e inevitable pérdida de intimidad y de la necesidad de preservarla abogando por la confianza. Una muestra más de la teoría de la felicidad de la ignorancia...

Álex.