J. Edgar (J. Edgar)
Director: Clint Eastwood. Guión: Dustin Lance Black. Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Naomi Watts, Josh Lucas, Judi Dench, Armie Hammer, Ed Westwick, Dermot Mulroney, Lea Thompson, Jeffrey Donovan, Michael Gladis, Stephen Root. Duración: 137 m. Año: 2011. Producción: EE.UU.


A estas alturas de la jugada, difícil es que Clint Eastwood decepcione, aunque, dado el altísimo nivel al que nos tiene acostumbrados desde hace años, también ha de comprenderse que no siempre acierte de pleno en la diana. Es el caso de "J. Edgar", una película realmente interesante pero irregular. Su interés recae en el protagonista, el creador del FBI, John Edgar Hoover, visceral anticomunista y obseso radical de la seguridad sin garantías judiciales, que sobrevivió a ocho presidentes estadounidenses y se mantuvo 48 años en activo, y que, en lo personal, navegaba entre lo miserable y lo patético debido a la fuerte represión que ejercía sobre sus propias tendencias homosexuales, mientras se vanagloriaba de espiar y conocer los secretos de alcoba de los principales políticos. Una historia digna de contarse y que Eastwood lleva a la pantalla con unas formas impecables, mediante el uso de los flash-back de forma tan elegante como efectiva, y con la ayuda de una brillante actuación de Leonardo DiCaprio. Sin embargo, la (relativa) irregularidad viene por la falta de fuerza de ciertos momentos de la historia y el (demasiado) benevolente trato que Clint da al protagonista: una cosa es retratar con comprensión a tu personaje y otra desaprovechar sus evidentes contradicciones.
Cinelandia.
Lo siento admirado Clint, pero a pesar de tu pericia para alternar espacios temporales diferentes sin que la agilidad narrativa se vea resentida por ello y de los emocionantes últimos veinte minutos, donde la película se eleva hasta donde sólo tú sabes hacerlo con tu infinita capacidad para desbordar sentimientos y poner un nudo en la garganta al espectador, no he podido interesarme lo suficiente por la historia y su personaje, el creador del FBI. Su obsesión por proteger la moralidad de un país "acechado" por el anarquismo, el comunismo, las actividades gangsteriles y demás enemigos de las mentes ultraconservadoras cuando a duras penas en privado él mismo podía cumplir con sus propios preceptos por su condición de homosexual reprimido gracias la relación opresiva y casi enfermiza que mantenía con su madre me ha llegado a aburrir y a no generar ninguna empatía. Todo me suena a distante cuando el relato se centra en las actividades de la agencia y su capacidad para dirigirla con puño de hierro y su oscuridad y tormento interior me resultan indiferentes, exceptuando como dije antes la parte final. Entono el mea culpa, entre otras cosas porque los biopic no son mi fuerte, y esperando con expectación tu próximo trabajo me despido atentamente... Por cierto, en cuanto a la polémica del maquillaje llevan razón, es un poco grotesco (sólo hay que ver al personaje de Armie Hammer)...

Álex.