A veces, de las historias aparentemente sencillas surgen ideas de calado y ricas en detalles. Es el caso de "Green Book", que, partiendo de un planteamiento de road movie (variante buddy movie) de dos personas muy diferentes, acaba por aportar más al debate de la discrimación racial en Estados Unidos (y en el mundo) que otras películas más aparatosas y vacuas. Basado en hechos reales, este filme sigue la gira de un virtuoso músico negro, culto y alejado del estereotipo, a lo largo y ancho de los racistas estados del sur, acompañado por un chófer (una especie de guardaespaldas que acaba siendo su confidente y amigo) de ascendencia italiana, rudos modales pero gran sentido común. Juntos emprenderán un viaje más allá del geográfico, de choque cultural y aprendizaje mutuo, que pondrá de relieve los problemas de los afroamericanos. Quizá pueda haber un punto de buenismo de fondo o de previsibilidad, pero en nada empaña una obra honesta y, sobre todo, muy bien contada, que crece también gracias a unas espléndidas actuaciones de los dos protagonistas. Cinelandia. Resulta imposible no rendirse al encanto de una película como esta, por previsible en su desarrollo y reincidente en los códigos cinematográficos manejados que sea; funciona como un reloj suizo tanto en los momentos cómicos (se echa en falta alguno más) como en los dramáticos (mejor conseguidos), hay química entre los protagonistas (genial Viggo Mortensen), buena banda sonora y, como se dice en el propio texto del filme, voluntad y valor para cambiar los corazones de este mundo, llenos de prejuicios, odios e inquinas que tanto mal nos siguen haciendo. Y además está basada en personajes reales, así que es posible que se haya ganado un sitio en aquellos que todavía tengan hueco en su interior y, por tanto, exista esperanza de poder construir un mundo mejor... Álex. |