La fiesta de despedida (Mita Tova)
Dirección: Tal Granit y Sharon Maymon. Guión: Tal Granit y Sharon Maymon. Intérpretes: Ze'ev Revach, Aliza Rosen, Levana Finkelstein, Raffi Tavor, Ilan Dar. Duración: 95 m. Año: 2014. Producción: Israel y Alemania.


La eutanasia, la cuestión de decidir uno mismo su propia muerte ante el deterioro y sufrimiento que la vejez depara, es un tema delicado que ha sido tratado en los últimos años en el cine desde distintos enfoques, aunque coincidiendo en su defensa. Por un lado, "Mar adentro" (Alejandro Amenábar, 2004) proponía un filme sensible y equilibrado en sus emociones, cuidado al detalle en su estructura y con una interpretación soberbia a cargo de Javier Bardem. Por otro, "Amor" (Michael Haneke, 2012) apostaba por un drama más poético y disperso que certero en su narrativa. En cambio, los israelíes Tal Granit y Sharon Maymon elaboran una película que parece sacada de la vida misma, con sus momentos más trágicos y otros más cómicos, con el aliciente de mostrar el supuesto problema como una alternativa ideal que convierte la muerte en un acto noble y digno, fruto de la última voluntad del ser humano. El argumento presenta a un grupo de ancianos que, viendo cómo sus amigos (y algunos de ellos mismos) sufren dolencias terminales, optan por construir una máquina que facilite la eutanasia. Todos los dilemas morales que ello supone acaban siendo vencidos por el deseo de aliviar el sufrimiento excesivo de una vida ya agotada. La historia, pues, es tan delicada como profunda, y el tono se balancea permanentemente entre la lógica emotividad y un humor costumbrista realmente brillante. Todo ello hace de "La fiesta de despedida" un filme que roza la perfección.
Cinelandia.
No deja de resultar sorprendente que un mismo asunto genere sensaciones tan diferentes según la forma en que sea abordado. Algo tan espinoso e incómodo como la eutanasia (y más concretamente su defensa para poder ejercerla) en las sombrías y sórdidas manos de Michael Haneke (por "Amor", 2012) parece un acto de cobardía, el efecto contrario al deseado, y en el caso que nos ocupa, gracias a la lucidez, la humanidad y naturalidad que rebosan en la historia del grupo de amigos de la tercera edad que decide ayudar a morir con una máquina casera de invención propia a todos aquellos que no desean alargar su agonía, aparenta ser lo más digno que uno pueda hacer en esa tesitura. Por supuesto que todas las dificultades, dudas, remordimientos y amargura que surgen en una situación así están perfectamente reflejadas, incluso están mezcladas con el sentido del humor que nunca debe desaparecer en otro alarde de realidad que tan bien le sienta a este tipo de filmes humanistas, por los que reconozco tengo especial debilidad. Lástima de un final precipitado, que deja con ganas de más, que aunque coherente a todo lo anterior, parece que es el resultado de un agotamiento de ideas o del hecho de no poder desarrollarlas más. Un sincero y respetuoso canto a la vida en la cual debe incluirse la muerte como último acto vital con derecho a ejercerlo de la forma más digna posible es, nada más y nada menos, lo que representa este notable filme israelí ganador (seguramente con justicia) de la 59ª edición de nuestra querida Seminci.

Álex.