El congreso (The Congress)
Dirección: Ari Folman. Guión: Ari Folman, basado en la novela de Stanislaw Lem. Intérpretes: Robin Wright, Harvey Keitel, Danny Huston, Paul Giamatti, Frances Fisher, Kodi Smit-McPhee, Michael Landes, Sami Gayle, Matthew Wolf. Duración: 122 m. Año: 2013. Producción: Israel, Alemania, Polonia, Luxemburgo, Francia y Bélgica.


El director de la interesante "Vals con Bashir" (2008) logra su mejor película hasta la fecha con la muy diferente "El congreso". En este caso, se trata de una indagación en las posibilidades del cine como creador de personajes y de ideas que trascienden a sus intérpretes humanos. De hecho, la película tiene una necesaria primera parte rodada con imágenes reales, en la que Robin Wright expone mucho más que una buena actuación: su vida personal, ya que hace de sí misma sin obviar ninguna autocrítica. Es aquí donde la cinta resulta realmente sobresaliente, pues la intención de un estudio cinematográfico de escanear a los actores para utilizar su imagen virtual a conveniencia, prescindiendo de las personas, es una metáfora con enorme fuerza. La segunda parte ofrece una lógica continuación en cine animado para completar ese planteamiento y es ahí donde, por un lado, el filme nos adentra en un atractivo mundo de fantasía, aunque, por otro lado, la historia pierde algo de fuerza, hasta concluir con un final consistente.
Cinelandia.
El creador de la comúnmente alabada "Vals con Bashir" (2008) vuelve a recurrir a la animación, aunque de forma parcial, para adaptar libremente una obra literaria de Stanislaw Lem acerca de la futurología. Tras una primera parte no animada brillante y salvajemente crítica con la propia industria cinematográfica (una valiente Robin Wright se interpreta a sí misma como la prometedora actriz que pudo llegar a ser una refulgente estrella, brutal como digo, que llegada a su edad actual de completa madurez ya no recibe más propuestas de trabajo que la de digitalizar su imagen para ser usada por los estudios a su antojo y retirarse físicamente) y que termina con la escena increíblemente bella del escaneo, pasamos a una segunda ya animada situada temporalmente veinte años después (fecha de renovación del contrato) terriblemente confusa, donde llega un punto en el que ya no sabes si estás viendo al personaje, a su holograma y/o en qué espacio temporal se sitúa la acción. Vamos, que se le va de las manos el asunto al director (entiendo que de forma intencionada y que para ello necesita de la animación) tanto como uno se va quedando fuera de la propuesta con cierta sensación de pena...

Álex.