Acordes y desacuerdos (Sweet And Lowdown)
Director: Woody Allen. Guión: Woody Allen. Intérpretes: Sean Penn, Samantha Morton, Uma Thurman, Brian Markinson, Anthony LaPaglia. Duración: 95 m. Año: 1999. Nacionalidad: EE.UU.


Woody Allen vuelve a demostrar en "Acordes y desacuerdos" su desenvoltura a la hora de contar historias simpáticas y sensibles, que buscan las emociones más nobles del espectador. En esta ocasión, y en formato de falso documental, el director neoyorkino narra las visicitudes de un (imaginario) músico de jazz durante las primeras décadas del siglo XX, de tal manera que se hace perfectamente creíble. Sin caer en ningún momento en la caricatura, vemos discurrir por la pantalla las glorias y miserias de este antológico personaje, aficionado a beber whisky, ver pasar trenes, matar ratas a tiros, no enamorarse de las mujeres y tocar la guitarra como los ángeles. Allen ya desarrolló una idea fílmica similar en "Zelig" (1983), si bien, aquella vez, el magistral falso documental del "hombre-camaleón" quedaba planteado como irreal desde el principio. A destacar los papelones de Sean Penn como genial e insensible (¿o no tanto?) jazzman Emmet Ray y de Samantha Morton como su muda y cariñosa novia.
Cinelandia.
Woody Allen presenta su nueva película, manteniendo el ritmo de un film al año. "Acordes y desacuerdos" es un falso documental sobre un músico imaginario de jazz en la década de los 40, cuando todavía no se había inventado el rock. Sean Penn protagoniza la historia de un excelente músico de jazz obsesionado con su gran rival Django Reinhardt. Penn (Emmet Ray en la película) es un genio de la música pero el resto de su vida no puede ser más patética. Woody Allen moldea esta historia donde vuelven a aparecer sus grandes temas: dudas, amores, relaciones humanas... El formato de falso documental corta el ritmo de la película pero permite contar una misma vivencia desde varios puntos de vista. Para amantes del cine del director neoyorquino o de las pequeñas historias de sentimientos. Destaca especialmente el papel de una de las nominadas al premio de mejor actriz secundaria.

Woody.
Tal como ya hiciera en "Días de radio" (1987), Woody Allen aprovecha la música como hilo conductor para ambientar su última película fuera de la contemporaneidad, en este caso en los años 20 y 30. Las peripecias de un peculiar guitarrista le sirven para hacer un homenaje a todos los músicos de jazz y plantearse sus habituales interrogantes sobre el talento y la genialidad, las relaciones entre hombres y mujeres y, en general, sobre el valor de los sentimientos. Y como no podía ser de otra manera, tratándose de quien se trata, la película se llena de historias divertidas, diálogos magistrales e ingeniosos y excelentes interpretaciones. Destaca por encima de todas la de Samantha Norton, la novia muda del guitarrista, que ha rescatado todos los recursos interpretativos de la mejor época del cine mudo.

Deckard.